Josep Guardiola contaba, en privado, que Lionel Messi tenía su lado oscuro casi a flor de piel. Rencoroso, se guardaba las patadas recibidas y tarde o temprano cobraba facturas. "¿Te acordás? Aquí está tu nombre", decía, señalando la zona herida del pasado sin que el agresor tuviera la memoria fresca. Messi es un cacique al que no le gusta salir del juego aun cuando pase una mala tarde.
Alejandro Sabella ha utilizado a Gago para interactuar con él porque teme que una mala palabra, un mal gesto, eche a perder la relación de sana distancia entre el banquillo y el astro. Argentina, pese a todo, está dispuesta a soportar los desplantes del genio con tal de rebasar los cuartos de final de un Mundial en el que no termina por estar.
El enlace matrimonial puede terminar mal en caso de que un rival encuentre el modo de nulificar al único gesto vivo de esta albiceleste. ¿Será capaz Sabella de intercambiar a Messi por un refresco? ¿O, como Guardiola, se la jugará por otro lado para no complicar las cosas?