After Office

Un premio para Julio Scherer

Éste es el texto con el cual se propuso al periodista mexicano Julio Scherer García para obtener el Premio Nuevo Periodismo CEMEX-FNPI 2001, el cual fue entregado por el escritor colombiano Gabriel García Márquez en Nuevo León. 

México tiene una vocación macabra: vomita su talento. Lo hace pus y luego lo avienta. Quizá a eso obedezca la esterilidad de este país, que hace apenas 91 años hizo la primera Revolución del siglo XX. Muchos grandes hombres de esta nación, que alcanzó su más reciente esplendor a mitad de la centuria, han muerto o se han exiliado en esa especie de posteridad presente que significa el extranjero. A ambos, a los que siguen aquí y a los que hablan por México desde afuera se les ha denostado y devaluado. Piénsese que cuando Octavio Paz gana el Nobel de Literatura el único lugar donde se le impugna legitimidad es aquí, en la República Mexicana.

El caso de Julio Scherer es único. Pocas iluminaciones han sido tan abrumadoras al grado de convencer a los fariseos. Scherer es el sinónimo del periodismo mexicano de la segunda mitad del siglo XX. No, no es un ícono, palabra casi siempre asociada al logotipo, a la etiqueta, al emblema. Si hay una manera de comprimir en siete letras
–no deja de tener significado el número– al ejercicio periodístico de este país es con la pronunciación de la palabra Scherer. No hay reportero que no relacione el vocablo con el significado. No hay periodismo, es cierto, Scherer es El Periodista.

Pero Scherer trasciende al periódico –como Paz, su entrañable amigo, a la poesía–. Hombres y mujeres que nunca han leído una línea ágata, saben quién es este reportero que se desenvuelve a sí mismo en sus obras permanentes. Scherer fue El Hacedor –definición que Borges da al poeta– del lugar de referencia del diarismo nacional en los años 60 y 70: Excélsior. Más por su noble convocatoria que por su preciso oficio de reportero, que existió y hay prueba de que fue excelso, fue el punto de reunión para que naciera Proceso, el semanario que fue respuesta a un poder que se creía dueño de la conciencia social y que arrancó de las manos de Scherer "El gran periódico de la vida nacional", en 1976.

En su momento, el Excélsior de Scherer fue uno de los mejores diarios del mundo. El Proceso de Scherer vino a restituir el espacio de libertad e independencia para tres generaciones de periodistas. Quienes heredamos este espacio cargamos el estigma de Scherer, el armador de esta memorable maquinaria. Ya lo dijo Sábato: para admirar se necesita grandeza, aunque suene paradójico, y por eso pocas veces el creador es reconocido por sus contemporáneos. Julio es una de esas rarezas. Más por admirador que por admirado.

Los 25 años de Proceso pertenecen a los del proceso de desmitificación del mundo. Los grandes hombres de Estado de mediados del siglo caerían en pedazos –en carne y hueso o en monumento– en las últimas dos décadas. Y muchos de ellos serían derribados por el periodismo, Nixon es un ejemplo. En México, el periodismo practicado y alentado por Scherer abrió los goznes del ejercicio crítico, sin complacencias, sin concesiones. El de hoy es un México incomprensible para quien ignore una labor de zapa realizada con la pluma libre de un periodista que contagia ideas.

¿Cómo justificar la candidatura de Scherer? De su calidad moral y periodística no hay duda. Pero el soporte de la postura debe caer en otro argumento: el estilo, la exquisita prosa de Scherer. Este reportero deja la frontera del oficio, productor de artesanías de lenguaje, para invadir la literatura como nómada en busca de las Antípodas. Y desde allí crea una nueva manera de escribir el periodismo, cuyo viejo estilo había sido avasallado por Borges: escribir para el periódico es escribir para el olvido.

Por primera vez el Excélsior de Scherer hace que el lector de diarios en México compre tijeras para leer el periódico. Había que guardar textos porque serían memorables. Proceso fue extensión austera de su prosa, pero obligó al lector a montar anaqueles sobre los cuales coleccionar la revista. Sí, el premio al trabajo de este despabilado director –feliz en el conflicto como digno reportero– debe obedecer más a su labor de anfitrión del banquete que como a comensal del mismo. Ese es el estilo de vida de Scherer, invita sin aparecer en los créditos de las invitaciones.

La vocación literaria de este inquieto reportero comienza con un libro pleno sobre el muralista David Alfaro Siqueiros. Y no se sabe cuándo acabará porque el travieso hombre mantiene su envidiable relación con la máquina de escribir. Sabremos de él cuando llegue su próxima entrega.

Scherer está hecho con una sustancia de alquimista: entre más avanza el tiempo sobre sus venas más rejuvenece, como Paz, como Sábato, como Mailer, su símil estadounidense. Hoy trabaja en un reportaje que fatigará un libro por estrenar.

Pero…

¿Por qué un premio para Julio Scherer García?

Porque afuera el mundo sigue despierto.



***Texto de Mauricio Mejía para justificar la entrega del Premio Nuevo Periodismo CEMEX-FNPI 2001 a Julio Scherer en 2002***

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