Entre la tristeza por dejar a su mujer y a su hija de dos años, y la ilusión de hacer carrera en Europa, el tenor mexicano Javier Camarena llegó becado a Alemania en 2006, allí vivió en un edificio de dormitorios que era parte de un hospital. Cuando al año siguiente fue contratado en Zúrich pudo alquilar una casa y llevarse a su familia que, en un principio, viajaba frecuentemente a México y volvía a Suiza con una maleta extra: empacaban tortillas, chiles y conservas.
La maleta se ha vuelto menos necesaria con el paso del tiempo, que no ha cambiado su desinterés por los deportes ni su fobia a las multitudes.
Con sólo 11 años de carrera, Camarena ha hecho historia con sus dos bises en el MET (en mayo de 2014 con La Cenerentola y en marzo de este año con Don Pasquale) y, sin embargo, todavía se encomienda a Dios antes de salir a escena. Parte de la dinámica de la preparación de sus personajes incluye liberar sus emociones en los ensayos, pero no se permite llorar en el escenario, para que no se le quiebre la voz.
La primera impresión de Europa
Soledad. Fue un tanto complicado el hecho de que yo ya fuera padre de familia cuando vine a vivir a Suiza (en 2007), porque estuve un año lejos de mi esposa y de mi hija. Llegué becado (por la Casa de Ópera de Zurich) y ese auspicio tenía que dividirlo entre mi supervivencia en Suiza y lo que mandaba para mi familia en México. Fue un tiempo de mucho sacrificio: cuando recién llegué, vivía en una recámara de tres por tres con un clóset, la cama, un escritorio y un lavamanos; los baños y la cocina eran compartidos.
Sus must cuando viene a México
Volver a casa, con mi familia; los lugares en los que siempre tengo que estar son con mi madre y mi abuela en Veracruz, y con mis suegros en Guanajuato. Ese es el tiempo que dedicamos, cuando tenemos la oportunidad, a nuestra familia. En un principio, lo que más nos podía era la comida.
Lo primero que vio en el MET
El barbero de Sevilla. Fui a cantarlo y, después de terminado mi contrato, que contemplaba seis o siete presentaciones, tenía que permanecer ahí como cover; entonces vi las otras funciones con el otro cantante. Luego me tocó ver Così fan tutte, I puritani y Manon Lescaut.
Su inspiración
El primer acercamiento que tuve con la ópera fue en un taller de italiano que llevaba en la Facultad de Música de Xalapa; el maestro nos puso un video de Plácido Domingo cantando Turandot con Eva Marton, precisamente del Met, y quedé prendado del género.
Su cantante favorito
Fritz Wunderlich. Lo descubrí también en grabaciones, cuando era estudiante. En mis principios en la facultad sí había Internet, pero no era como hoy, que te metes a YouTube y encuentras todo; así que en los discos de las fonotecas de la escuela me encontré con Wunderlich, quien ha sido hasta la fecha el tenor que más me gusta, más me llena; es como un faro, un punto a seguir.
Su encuentro inolvidable
Enfrentarme a grandes directores me implica estar seguro de que estoy preparado para el trabajo que me confían al contratarme, pero sí fue una impresión grande trabajar con Claudio Abbado. Era toda una leyenda y era fascinante la forma en que dirigía, no hacía grandes aspavientos y lograba momentos musicales realmente conmovedores y de una belleza y profundidad con la orquesta y los cantantes.
Lágrimas en el escenario
Me programo para que no suceda. Una de las veces en que sí me he emocionado muchísimo, fue durante mi debut en el Met, porque era la cima que quería conquistar en mi carrera, y el terminar mi aria, que prácticamente es al final de la ópera, y recibir el aplauso del público así de fervoroso, fue una emoción muy grande. Me voy imaginando el momento de cantar y me dejo emocionar mucho antes, cuando me estoy preparando, para que en el escenario no haya fallos.
Su imagen de México desde Europa
No me entero tanto y no sé si apenarme por ello. Sé poco de las situaciones de violencia y tiempos difíciles por los que está atravesando nuestro México, pero soy optimista de que las cosas en algún momento. van a cambiar y ese cambio tiene que venir desde el pueblo, tiene que haber un cambio ideológico y una manera distinta de ver la vida y vernos a nosotros como sociedad.
La responsabilidad de representar a su país
en la medida de lo posible trato, desde mi trinchera, que es el arte, la ópera, de dar una buena imagen; que sea algo bueno de lo que se hable de México a través de mi trabajo.
Lo que viene
Javier Camarena está llegando a la madurez vocal. Recientemente estrenó en el Palacio de Bellas Artes de México Los puritanos, de Bellini, y presentó en Londres El barbero de Sevilla, de Rossini, para la Royal Opera House.
Su siguiente rol será El duque de Mantua, de la ópera Rigoletto, de Verdi, que montará en marzo de 2017 en el Liceu de Barcelona.
El próximo 20 de octubre cerrará las actividades por el 25 aniversario
de la remodelación del Auditorio Nacional con el concierto Pasión por
la Ópera, junto a la soprano Désirée Rancatore, la mezzo-soprano Tara
Erraught, el barítono Armando Piña y la Orquesta Sinfónica de Minería, bajo la dirección de Paolo Bressan. Interpretarán arias de autores como George Bizet, Richard Strauss, Charles Gounod, Gaetano Donizetti y Giuseppe Verdi, entre otros compositores.