Tras vivir 25 años en Londres y posteriormente en Morelia, Javier Álvarez se instaló desde hace una década en Mérida, la tierra de su padre, donde todos los días se levanta temprano, compone durante la mañana y, después del medio día, se dedica a estructurar las ideas para construir lo que él llama edificios musicales: obras orquestales, de cámara y electroacústica que se tocan alrededor del mundo.
Una trayectoria que comenzó hace más de 30 años y que hoy, en el Palacio de Bellas Artes, será distinguida con la Medalla Bellas Artes, presea que para él significa el reconocimiento no sólo a su trabajo, sino al de todos los compositores vivos.
___A veces da la impresión que en México sólo existen Moncayo o Revueltas...
___Las orquestas han dejado de tocar las obras de sus contemporáneos, temerosas de que el público no pueda aprender a quererlas. Programan música de compositores muertos, que también está bien, pero hay muchos talentos extraordinarios y voces únicas que merecen tener más difusión.
___¿Cuando empezó con la música electroacústica estaba un poco satanizada?
___A mi generación le tocó la transición de una cultura análoga a una digital, en los 80 ya teníamos computadoras personales para hacer uso de esa tecnología, y más que satanizarla fue una cuestión circunstancial que hubiera que esperar 12 años más para que el medio fuera accesible y tener una herramienta habitual de la creación.
___¿De dónde parte su obsesión sonora?
___Es un proceso que llevo practicando mucho tiempo. Es una mezcla entre sensibilidad, imaginación, capacidad de abstracción. Lo que se necesita es una buena idea y habilidad para transformarla y ramificarla en algo que constituya un edificio musical.
___¿Dónde está el límite entre música y arte sonoro?
___La frontera entre esos dos es tenue: la electroacústica se define dentro del campo de la creación musical más enfocada a la presentación en una sala de concierto, el arte sonoro habita en otros contextos. En una instalación no necesariamente se requiere de un discurso lineal o de un argumento constructivo o dramático, en una instalación se requiere más entrar en una sensación, como si fuera un perfume.
___¿A quién dirige su música?
___Me interesa muchísimo el discurso musical, el armado de una secuencia de sonidos que tiene un discurso abstracto, pero con una forma o una estructura que nos lleva de un principio a un final; en ese sentido mi obra está dirigida a un público amante de la música.
___¿Inglaterra le cambió su visión para componer música?
___Viví 25 años ahí; para mí fue un proceso interesante. Fue ubicarme en una sociedad más democrática en donde las propuestas de los compositores forman una parte más activa de la sociedad y donde hay más plataformas. La competencia era fuerte y había que producir trabajos de calidad que fueran contundentes. La crítica especializada es mayor y mucho más influyente.
___Hay propuestas jóvenes que, parece, sólo desfragmentan sonidos, sin un discurso...
___Hay que darle tiempo a los jóvenes, están viviendo un momento de implosión estética. Hay mucha información a su alcance, están tratando de aclararse las cosas. La búsqueda de una voz personal lleva tiempo; Le Corbusier decía que era una búsqueda paciente y parte de ese proceso es experimentar hasta encontrar los elementos que te convencen y te animan, de ahí se puede dar un paso cualitativo para encontrar su voz.
___ En un ámbito sonoro tan abierto, ¿cómo podemos discernir entre las buenas y las malas propuestas musicales?
___La música en concierto hay que escucharla tal y como es, no generarse una expectativa; hay que ir con los oídos abiertos. Aunque muchas cosas no nos gusten, siempre habrá algo atractivo por ser cercano a nuestro tiempo. Hay ciertas cosas que implican mayor atención y se nos hacen más difíciles que otras que tienen una referencia, que nos permiten una entrada más inmediata. Es cuestión de paciencia, de no valorarla en el acto bajo premisas de otras músicas.
___¿Nuestros oídos están contaminados con tanto bombardeo musical?
___Vivimos en una época casi barroca, con una proliferación increíble de propuestas. El tiempo dirá qué es lo que permanecerá en la conciencia colectiva, pero la dirección en la que se camina es buena; finalmente la tecnología está aquí para quedarse, va a seguir evolucionando y permitiendo a los creadores concebir su arte de maneras nuevas y diferentes.