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Guardiola, el míster que presiente su final

El técnico catalán Josep Guardiola reveló a un medio inglés que su retiro como entrenador se avecina, tras haberlo ganado todo con el Barcelona, salir dolido del Bayer y pasar un momento duro con el City.

Se marchará pronto. Lo dijo a la NBC. El míster que produjo la última gran revolución en la pelota presiente su final. No fija fecha. Avisa que no dirigirá en la vejez, esa promesa irremediable.

El técnico del City (tercero en la tabla de la Premier League, a siete puntos del Chelsea) hace el anuncio a menos de un año de la muerte de su ascendente, el mitológico Johan Cruyff.

¿Qué motiva al genio a hacer pública su intimidad, él, siempre celoso de cuidar no decir lo que piensa? La seguridad. Josep, el que involucró a Kant y a Freud en el esquema del césped, es un hombre de plazos fijos. Tuvo clara su despedida de Cataluña para someterse a la lengua alemana y al Múnich. Y las agallas para soportar el fracaso en Baviera, hacer maletas con rumbo a la isla en la que no ha sido distinto al resto como lo fue hace ocho años con la señera en el pecho y en el alma.

El retiro ya forma parte de los firmes planes del técnico cuyos afanes de Champions han quedado en eso: en faenas sin espada.

A los baldíos días de enero, ese largo lunes, Guardiola ha dado una tiza de noticia. Se mira en el espejo del banquillo inglés por tres años más. Y no más, pareció sentenciar. Cuando migró al Bayern, los alemanes fingieron cierto entusiasmo por el eventual éxito del multipremiado catalán.

Duró poco el romance. El barroquismo no suele ser bien visto en la tierra del sistema. Primero la plantilla, luego la tribuna y, después, no mucho, la directiva mostraron enfado por la sobreexposición de la pelota y el pase; estilo agotado desde la última temporada con el Barsa.

La maquinaria y el verso duermen en camas separadas. Sin Champions, con derrotas dolorosas ante el Madrid y el Barcelona, el míster zarpó al Mar del Norte sin escuchar el canto de las sirenas.

La tierra de los anglos no ha sido, en absoluto, el paraíso para Josep. A estas alturas de la temporada del 2011 su mejor Barsa lleva 64 goles; 51, su mejor Múnich. El City apenas 39 en este recién estrenado 2017.

En aquellas ligas del pasado sólo había sufrido una derrota en España y la Bundesliga. Ahora, cuatro. Con el Bayern, a la fecha 20, había recibido nueve tantos; casi el doble (20) con el City en este campeonato de la Premier en el que vislumbra su fondo para el retiro.

Algo define al estilo del genio: el perfeccionismo, que colinda con la tozudez. Guardiola encontró formas poligonales en el rectángulo de juego. Caducó las posiciones (4-3-3; 5,3-2 o 4-4-2) que habían sobrevivido al "Futbol Total" de la Naranja Mecánica del 74.

Hizo del Barsa un homenaje al romanticismo. Luego ejecutó cierta potencia en el Bayern, al que colmó de jugadas en el área, muchas de ellas inútiles. Y en el abierto corte inglés se ha cortado. Y acortado. La matemática ha dejado de darle razón. El Chelsea, que comanda la liga, es mucho con mucho menos. Josep, señor de una mente brillante, se trasroscó en su papel (tipo Merlín) de hurgador de la nueva fórmula de lo exquisito y lo funcional. Guardiola, aun así, será el Bobby Fischer del balompié moderno. Su cruz es su espalda: Josep mismo.

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