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'Gabo', el rumbero que prefería a Bach

Gabriel García Márquez era un hombre versátil en la música: igual podía escuchar a la Sonora Matancera que a Bach. Presumía tener "más discos que libros", y no dudaba en afirmar que "Cien años de soledad no es más que un vallenato de 350 páginas".

Gabriel García Márquez decía que le gustaba más la música que la literatura. "No logro escribir con música de fondo porque le presto más atención a ésta que a lo que estoy escribiendo", sostuvo categórico el Nobel de Literatura en su artículo Bueno, hablemos de música, en 1982, el mismo año en que recibió el galardón en Estocolmo, Suecia.

Durante su niñez y juventud, el autor de El coronel no tiene quien le escriba (1961) nutrió sus oídos con canciones de vallenato, el género tropical más popular de Colombia. Sin embargo, hasta el día de su muerte (17 de abril de 2014), Gabo fue también un admirador de la música clásica o culta, aunque él odiara que le llamaran así: "Pienso que la música popular también es culta, aunque de una cultura distinta. Aun la simple música comercial, que no siempre es tan mala como suelen decir los sabios de salón, tiene derecho a llamarse culta, aunque no sea el producto de la misma cultura de Mozart. Al fin y al cabo, los grandes maestros de todos los tiempos saben que el manantial más rico de su inspiración es la música popular".

La escritora Ángeles Mastretta reveló en entrevista con EL FINANCIERO que al escritor colombiano le encantaba cantar. "Él me enseñó a venerar la música; tuve la suerte de cantar con él en muchas ocasiones, fue maravilloso", dijo la autora de Arráncame la vida (1985) y Desvaríos (1996). Las obras de Gabo, afirmó, son música para los oídos.

Siempre contrario a las instituciones - como cuando pidió a la RAE en 1998 abolir las reglas gramaticales - el laureado literato no soportaba esa necesidad de los intelectuales por separar a "la música culta" de "la música del pueblo". La música que más le interesaba era la guapachosa, la tropical, la del Caribe, la que pertenece a la gente, esa misma en la que se basó para crear sus personajes pintorescos y rurales de Macondo, siempre recordando, de una u otra forma, a su empobrecida tierra natal que, hasta el día de hoy, sigue padeciendo la carencia de servicios básicos: Aracataca.

A 'El Gabo', quien decía que tenía "más discos que libros", le interesaban "desde las canciones ya históricas de Rafael Hernández y el Trío Matamoros, hasta las plenas de Puerto Rico, los tamboritos de Panamá, los polos de la isla de Margarita en Venezuela, o los merengues de Santo Domingo. Y por supuesto, la que más ha tenido que ver con mi vida y con mis libros: los cantos vallenatos de la costa Caribe de Colombia".

Después de recibir el Nobel de Literatura en 1982, el autor de Memorias de mis putas tristes (2004) bailó y cantó vallenatos desde Estocolmo, Suecia, con músicos colombianos. 

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El autor de Cien años de soledad (1967) y Doce cuentos peregrinos (1992) opinaba que la salsa era "la continuación exiliada y sofisticada para bien de la música tradicional de Cuba", es decir, una especie de producto estadounidense creado para el éxito comercial.

La versatilidad musical de Gabriel García Márquez era increíble: podía escuchar (y enamorarse) de la música indígena y primitiva de los pueblos latinoamericanos y, al otro día, tumbarse en un sillón y apreciar los movimientos de Juan Sebastián Bach. Sin embargo, ese movimiento se le olvidaría con unos tragos de ron blanco al escuchar las chirriantes trompetas del "Cerezo rosa" en interpretación de la orquesta del músico cubano de mambo Dámaso Pérez Prado, quien era uno de sus "ídolos más antiguos y tenaces".


La admiración que sentía el colombiano por la música tropical no sólo era musical: también era lírica. "Lo digo sin ironía: nada me hubiera gustado en este mundo que haber podido escribir la historia hermosa y terrible de Pedro Navajas", escribió El Gabo, quien contó en alguna ocasión que el autor de esa canción - el salsero panameño Rubén Blades - le pidió permiso para cantar algunas de sus historias.


Otro compositor que quedó maravillado de la figura que representaba García Márquez fue el célebre músico puertorriqueño de bolero y guaracha Daniel Santos, quien le pidió una ayuda muy especial al colombiano: escribir sus memorias.

Daniel Santos - el hombre que llevó a la fama a La Sonora Matancera - era un rumbero muy parecido a 'Gabo': rebelde y controversial. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, en 1945, el compositor se unió al Partido Nacionalista de Puerto Rico, cuyos ideales estaban encaminados a independizar la isla caribeña del gobierno de Estados Unidos, hecho que le trajo múltiples problemas con el FBI. Sin embargo, ello no le impidió que su fama se detonara en toda América Latina, territorio que recorrió en una vida botarate llena de alcohol, drogas y prostitutas. La última grabación de Santos, en 1983, estuvo dedicada al Nobel; el álbum se titulaba Homenaje del Jefe a Gabo.


Siempre cercano al círculo de la rumba, García Márquez aseguraba que la música guapachosa nunca iba a pasar de moda, y menos en Colombia, donde, decía, "los hijos les están pidiendo con urgencia a sus padres que los enseñen a bailarlo para no ser menos que los otros en las fiestas del sábado".

Pese a ello, pese a haber dicho que Cien años de soledad "no es más que un vallenato de 350 páginas", Gabriel García Márquez no lo dudó un sólo segundo: el disco que se llevaría a una isla desierta sería "la suite número uno para chelo solo de Juan Sebastián Bach", justo en la versión que aquí le presentamos. Vaya usted a saber por qué...

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El escritor rumbeando

Gabriel García Márquez bailó al ritmo de "El rebelde del acordeón", Celso Piña, en el año 2004, durante un concierto improvisado en Monterrey. Aquí te dejamos el video en el que 'Gabo' lució sus pasos de vallenato.

En 2012, con motivo de su cumpleaños 85, el escritor colombiano bailó un bolero luego de recibir serenata por parte de sus seres queridos.

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"Macondo, eres epopeya de un pueblo olvidado"


"Cien años de soledad" no es sólo una de las obras literarias más importantes en la historia de América Latina. El relato de Macondo, "epopeya de un pueblo olvidado", también fue plasmado en notas musicales por el músico peruano Daniel Camino Diez Canseco, en 1969.

Sin embargo, 3 años después, el compositor mexicano Óscar Chávez retomó la canción y la hizo famosa en todo el continente latinoamericano al ritmo de bolero y acordes tropicales. 

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