El hombre creó al zombi a su imagen y semejanza de sus miedos. Aunque no es un género nuevo, se ha convertido en la plaga de ficción más popular de este siglo. Para muestra, los más de 200 millones de fanáticos de la serie The Walking Dead, que ayer estrenó su quinta temporada en Estados Unidos y esta noche llega a Latinoamérica por Fox.
Los preceptos y metáforas alrededor del Apocalipsis son los mismos que aquejaban a la sociedad de la posguerra: la deshumanización, el quiebre de las instituciones sociales, el canibalismo exacerbado por el individualismo y la lucha contra lo otro. Los mismos temores de la sociedad contemporánea.
A principios de este año, estudiantes del Massachusetts Institute of Technology (MIT) le preguntaron a Noam Chomsky las razones del boom de este género. "Es una reflexión del miedo y la desesperación", respondió el filósofo.
El miedo a perderlo todo
Las primeras historias de muertos vivientes estaban directamente ligadas a la práctica del vudú. El filme The white zombie, protagonizado por Bela Lugosi en 1934, es considerado precursor de este género. Su trama estaba muy ligada a la brujería caribeña, muy alejada de las historias de masas alienadas y muertas en vida salpicadas de preceptos orwellianos, marcusianos y de otros autores de la posguerra.
Durante la Guerra Fría el temor por una barbarie nuclear estaba latente. Por esos años se publicó la novela Soy Leyenda (1954), de Richard Matheson, las cosas no volverían a ser iguales.
"Los zombis vienen desde el cine con George Romero. Él hace una adaptación medio clandestina de Soy Leyenda, donde se habla de una hecatombe mundial por una infección. Lo interesante es que los infectados se llaman a sí mismos vampiros", explica el escritor Alberto Chimal, sobre el director del clásico estadounidense La noche de los muertos vivientes.
"Romero no tiene los derechos y no puede hacer una adaptación directa, quita la idea de vampirismo y queda el muerto viviente a semejanza de zombi clásico, de la brujería haitiana", asegura.
Con el estreno de aquel largometraje, en 1968, se crea el género de zombis con sus arquetipos y cánones actuales. Hoy con el miedo por el ébola el tema adquiere un sentido más dramático y más real.
Para el especialista en literatura de terror, este monstruo llegó para convertirse en el enemigo perfecto… porque no piensa.
"Los zombis pueden usarse como símbolo o metáfora de muchas cosas. Entre ellas el miedo que se tiene ante la pérdida de bienestar, razón por la cual proliferan durante la década pasada, por las recesiones económicas", explica Chimal.
"Es típico en estas historias el tema de la supervivencia y la queja constante de lo que se ha perdido: ya no hay televisión, Internet, pasta de dientes".
Al ver que el mundo no terminó con la llegada del nuevo milenio, la sociedad tenía que depositar sus miedos en lo más parecido al hombre en decadencia: este ser irracional, guiado por el impulso y un hambre insaciable.
La deshumanización ante el otro
Hordas de estos seres llegaron al cine y a las letras. La mayor repercusión actual la tuvo con la publicación en 2003 del primer cómic de The Walking Dead. Tres años después, con la novela Guerra Mundial Z, y en relatos donde el zombi es sustituido por una plaga o una enfermedad de propagación rápida. Tal es el caso de Ensayo sobre la ceguera (1995), de José Saramago, en la que una epidemia arranca el sentido de la vista de todos los habitantes de un país, desatando, ante el temor y la crisis, sus más bajos instintos.
En muchas de estas historias, los monstruos pasan a segundo plano, y el tema principal gira en torno a la relación entre los "vivos", el enfrentamiento con el otro y en una lucha por el poder que los convierte en seres más deshumanizados que los muertos vivientes; como sucede en La Carretera, de Cormac McCarthy, en la que, tras una hecatombe, un padre y su hijo se aferran al camino –metáfora de la civilización y el progreso- para llegar a un mejor destino, aunque por ahí transitan otros que también buscan sobrevivir, capaces de devorarse entre ellos, a falta de provisiones para sobrevivir.
Los que no son de Sahuayo
En México, el zombi tiene la acepción de enemigo político, es aquél con el que no se quiere hablar, opina Chimal. "Le quitan a la sociedad la capacidad de interlocución, el derecho de réplica, la posibilidad de discusión y de ser comprendido".
Todavía no existe en el país una tradición arraigada del género, dice, pero cada año se publican más historias adaptadas al (narco) contexto, como La balada de los arcos dorados, de César Silva Márquez, donde involucra a seres sobrenaturales con los asesinatos de Ciudad Juárez.
A finales de este año, editorial Océano presentará una antología de 18 cuentos que abordan el concepto, con trabajos de Bernardo Esquinca, Bernardo Fernández, José Luis Zárate y el mismo Alberto Chimal, entre otros.
"En estos relatos no es que el zombi sea el enemigo que hay que combatir, aquí deja de ser el otro porque vivimos en el otro extremo del garrote, no tenemos el poderío o la fuerza militar para mangonear a otras naciones;al contrario: somos las víctimas del abuso de otros, somos el enfermo, el fantasma", dice Chimal sobre el libro que se presentará en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en noviembre.
Los cuentos están adaptados a la situación actual del país. En Los salvajes, de Chimal, por ejemplo, la epidemia zombi es causada por un grupo de narcotraficantes que quiere resucitar al escritor Roberto Bolaño, quien se convierte en el paciente cero de la infección global.
"Ahora que el narco se está integrando exitosamente a la sociedad mexicana, algunos de los nietos de los grandes capos ya no se dedican a traficar, sino a la administración de empresas y cosas por el estilo; en el cuento, el nieto de un capo muy poderoso se dedica a la literatura y se vuelve fan de Bolaño".
En un mundo que vive aterrorizado por el ébola, los grupos extremistas, las narcofosa o las desapariciones "misteriosas", irónicamente la sociedad encuentra alivio, como dijo Chomsky, en relatos donde pasan cosas terribles.