La estabilidad financiera griega depende hoy, en gran medida, de las decisiones que tome Alemania en el seno de la Unión Europea. Hace casi tres siglos –la poética lo sabe– la relación fue inversa. El ensayista español Rafael Argullol y el especialista en letras alemanas Javier García-Galiano abordan aquellos años en los que el Romanticismo se dispuso a la recuperación del espíritu cultural olímpico.
La modernidad del pueblo alemán fue cimentada sobre las bases del pensamiento helénico, que deslumbró a autores como Goethe, Johann Winckelmann o Friedrich Nietzsche, y que al final contribuyó a la conformación de esa nación, coinciden.
A diferencia de otros países europeos –señalan– Alemania construyó su identidad a partir de la Grecia clásica. Allí, y no en lo germánico, los alemanes encontraron los elementos necesarios para forjar una personalidad lingüística, artística y cultural, observan. Y es que, a decir de Argullol, ningún país se ha nutrido tanto de la cosmogonía helénica como Alemania.
"El referente griego fue fundamental para la unión política de un país que, antes del siglo XIX, era sólo un mosaico de condados y principados. Hoy, la relación entre griegos y alemanes es bipolar y esquizofrénica: por un lado, el alemán desprecia al sur del Mediterráneo, particularmente a la Grecia contemporánea; y por el otro, tiende a exaltarla y valorarla como la cuna de la civilización", comenta el académico de la Universidad Pompeu Fabra.
Decía Winckelmann en Historia del arte de la antigüedad que la única forma que tiene un pueblo para llegar a la grandeza es a través de la imitación de los antiguos griegos. Creía firmemente –igual que su contemporáneo Lessing– que la educación del hombre debía basarse en los conceptos griegos de la belleza y la virtud. Quizás por eso, apunta García-Galiano, hoy existen tantas similitudes entre el país gobernado por Angela Merkel y la Grecia clásica.
"En ambas culturas existe una tendencia a la especulación filosófica, a las academias libres, al amor por la educación en el sentido más platónico y menos sofista. Para los alemanes y los griegos antiguos era esencial la formación del individuo. Creo que Alemania es uno de esos pocos países que aspiran realmente a la formación total del hombre", comparte.
Ambos autores identifican a tres grandes generaciones de pensadores alemanes visiblemente influenciados por la cultura helénica: Winckelmann y Lessing; Goethe y Schiller y Hegel, Hölderlin, Schelling y Nietzsche. Todos ellos –cada quien a su manera– retomaron "lo griego" para construir "lo alemán", afirman.
Cuenta García-Galiano que estos intelectuales quedaron encandilados con las culturas grecorromanas luego de los viajes que realizaron por Grecia e Italia. Muchos de ellos se encontraban en una especie de letargo mental que sólo pudieron combatir a través de la reinterpretación de lo helénico, escribe la filósofa Victoria Gaspar en El Mediterráneo y la cultura del diálogo.
Goethe, por ejemplo, dedicó gran parte de su obra a los griegos tras un extenso viaje que realizó por Italia en 1786. Allá buscó "alejamiento, inspiración y nuevas vivencias", asegura Gaspar. Sólo entonces se dio cuenta –dice Argullol– de que Grecia era la tierra de la sensualidad y la armonía: el único universo que daría a Europa esa unidad espiritual de la que tanto carecía.
En la segunda parte de Fausto, Goethe plasma distintos elementos de la cosmogonía griega, como el matrimonio entre Helena de Troya y el protagonista, una escena que, a juicio de Argullol, es el símbolo de la unión entre la antigua Grecia y la incipiente nación alemana. Dos mundos, el griego y el germano, se fusionaron a través del arte, la literatura y la filosofía, resume.
El cuentista mexicano evoca aquella escena en que el multimillonario prusiano Heinrich Schliemann se enamoró de la cultura helénica. Una tarde, un borracho griego llegó a su tienda a recitar versos de La Ilíada. El episodio lo marcaría para siempre, pues a partir de ese momento dedicó su vida a la arqueología, sobre todo a explorar las ruinas de Micenas, Tirinto y Orcómen, escenarios históricos de la obra homérica. Hay que agregar que ese entusiasmo se repitió en las excavaciones de Olympia, en el Peloponeso.
A lo largo de su historia, los alemanes han recurrido al pensamiento griego para salvarse, indica García Galiano. Explica que Nietzsche, por ejemplo, advirtió desde siglo XIX los peligros de la modernidad y las fatales consecuencias que traería depositar todas las esperanzas de la humanidad en la razón. Para él, la racionalidad representada por Apolo era sólo una parte del ser humano; ésta forzosamente debía encontrarse con el instinto característico de Dionisio. Así lo resume el pensador en su libro El nacimiento de la tragedia.
"Nietzsche decía que la manera de acabar con la decadencia de Alemania era a través de la desgermanización del individuo. Pidió regresar no a la Grecia en esplendor de Pericles y Platón, sino a la más básica y arcaica de Homero", comenta García-Galiano.
Argullol lamenta que la percepción política del pueblo alemán sobre Grecia sea tan negativa. Es cierto que se trata de un país corrupto, pero que nadie se escandalice, advierte, porque tan corrupta es Grecia como lo es España o Italia.
"No podemos ser maniqueos y estigmatizar a un pueblo. Hacerlo afectaría a las raíces de la civilización. Vivimos tiempos de un profundo debilitamiento de las humanidades. Esta sociedad pierde cada día más sus vínculos con la Grecia clásica, y lo que ésta significa como cultura de la palabra y el conocimiento. Quizás los macroeconomistas, esos profetas modernos, o los monos de la feria que son los políticos, no resientan tanto la salida de Grecia. Pero desde el punto de vista cultural, que es como se rige la historia, el mundo perdería muchísimo", concluye el español.