Decía el líder de Acción Nacional, Jorge Romero, cuando en octubre declaró el relanzamiento de su partido, que más que cuestión de imagen, pretendían fijar un estándar de efectividad, uno que, al correr de las semanas, los panistas están cada vez más lejos de alcanzar.
Con ese anuncio, que suponía una gran decisión estratégica luego de haber asumido el liderazgo de la principal fuerza opositora un año atrás, pidió los reflectores: además de abrirse a la ciudadanía, prometió, serían una sonora resistencia y alternativa al régimen.
La semana pasada, empero, cuatro senadores panistas votaron a favor de una de las personas que montaron un patíbulo en contra del PAN. Ernestina Godoy es titular de la Fiscalía General de la República en parte gracias a esos votos y a 11 votos azules “anulados”.
Godoy, artífice de la cruzada contra el “Cártel Inmobiliario” panista y señalada por tolerar espionaje en contra de blanquiazules capitalinos, no fue votada unánimemente en contra en el Senado por la principal oposición. En esta prueba, el PAN de Romero se mostró desvencijado.
En una de sus primeras batallas, la retórica del relanzamiento acabó en actitud ratonera. Los panistas de antes, esos que fueron citados en el relanzamiento en el Frontón México, ganaban los debates y perdían las votaciones. El 3 de diciembre, este PAN ni una cosa ni otra.
Godoy estaba destinada a llegar al puesto aun sin un solo voto de la oposición. La duda para los panistas en tal escenario es qué harían para potenciar los elementos perniciosos y potencialmente autoritarios, según ellos, del nombramiento: cómo convencerían así no vencieran.
El problema del PAN no es la falta de creatividad (de suyo, algo que les urge), sino la de un liderazgo unificado.
Sus gobernadores tienen relaciones particulares con el régimen. Varios votos en el Senado pasan por interacciones presentes o eventuales de sus respectivas mandatarias y mandatario estatales con instancias de seguridad federal, para empezar. ¿Romero tiene mando en ello? No.
Las ansias oposicionistas a rajatabla por parte de Romero están supeditadas a factores de gobernabilidad, dicho de forma positiva, por la relación entre los estados panistas y la federación, y también serán impactadas por el diálogo y/o las presiones de la titular del Ejecutivo. Es lo normal, mas eso acota sin remedio al líder que prometió una nueva épica del PAN frente al “autoritarismo” de Morena.
Hay que conceder a Romero que no la tiene fácil. Dejemos a un lado si no ha mostrado arrojo o chispa. Si llegara a intentar acciones de resistencia civil pacífica, por ejemplo, y emulando a los panistas que antes que AMLO desafiaban así al priismo, ¿las y los gobernadores panistas le secundarían o le harían recalcular sus pretensiones?
El relanzamiento de Romero será medido en cada lance de un oficialismo que parece tomarle una y otra vez desprevenido.
Así como las marchas del 15 de noviembre rebasaron a la oposición panista, haciéndola ver sin capacidad de sumarse o de encauzar la indignación ciudadana por el asesinato del alcalde Carlos Manzo, la semana pasada los agricultores tampoco tuvieron en el PAN al aliado para revisar y renegociar los cambios a las leyes del agua.
El peor escenario para el panismo es que, como lo demandaban, se les preste atención, se les tome en serio, sólo para comprobar que más que un vigoroso renacimiento, su proceder ante cada movida del régimen les hace ver como bisoños de chato e ineficaz proceder.
Así, el relanzamiento terminará en refundimiento justo cuando la movilización morenista del sábado confirma que urge una oposición que sepa exhibir los riesgos de un régimen de partido único.