Uso de Razón

Censura China

Hay una llama de libertad que se encendió en las ciudades más importantes de China -que es lo que conocemos- y sus consecuencias son imprevisibles.

El que diga qué va a pasar en China es tan aventurero como el que haga predicciones del clima en Tabasco.

Los hechos son los únicos datos sólidos. Y el primero de ellos nos dice que los chinos ya cruzaron el Rubicón.

Hay una llama de libertad que se encendió en las ciudades más importantes del país, que es lo que conocemos, y sus consecuencias son imprevisibles.

El arrogante emperador Xi Jinping estrena los plenos poderes y dictadura vitalicia que le otorgó el reciente Congreso del Partido Comunista Chino, con manifestaciones de una dimensión nunca vista por el régimen, donde le piden que se vaya.

Hay represión física y detenciones selectivas, hasta ahora.

Bajo los regímenes dictatoriales se agudiza el ingenio para eludir la censura y no caer preso. Eso, entre otras cosas, estamos viendo en China. Como dijo Borges, citado por el maestro Raúl Quintanilla: “La censura es la madre de la metáfora”.

La principal forma de protesta, que le dificulta la censura a los policías de Xi, es plantarse en la calle con una hoja en blanco.

Una maravilla. Cada quien ve esa hoja y escribe mentalmente lo que quiere.

El régimen sabe lo que los ciudadanos ponen en esa hoja en blanco, pero no está explícito, para evitar que los agentes de seguridad arresten por algo que no hay manera de probar.

A pesar de ello, las hojas en blanco también son objeto de persecución por la policía cibernética del régimen chino, pero los cibernautas han encontrado la forma de burlarla, como veremos más adelante.

Otra manera de crecer, vía redes sociales, la protesta contra el dictador, es hacerlo con juegos de palabras que difícilmente pueden ser castigados.

Nicholas Kristof, quien por varios años fue jefe de la oficina del New York Times en Pekín, escribió sobre una extensa discusión que hay en las redes sociales de China sobre las cáscaras de plátano.

¿Cáscaras de plátano?

Sí, esas inocentes tiras amarillas deben ser echadas al basurero porque causan daño, tienen tales y cuales efectos nocivos y han provocado penurias a la población china. Por eso, ¡fuera la cáscara de plátano!

Resulta que en chino cáscara de plátano se escribe xiang jiao pi. Es decir, tiene las iniciales de Xi Jinping.

En algunos puntos donde es posible reunirse, cuando se acerca la policía la gente comienza a cantar el himno nacional chino, alzando la voz en la estrofa que dice “levántense los que se niegan a ser esclavos… la nación china enfrenta su mayor peligro”.

A ver, agentes del aparato represor chino: detengan a personas por cantar el himno nacional.

Metan presa a las personas que sostienen una hoja en blanco.

Prohíban que se escriba sobre la cáscara del plátano.

Tampoco pueden censurar los juegos del Mundial, donde la gente se emociona y divierte, en grupos y sin cubrebocas, porque la mayor parte de los países ya convive con un virus que se ha vuelto endémico, peligroso en muchos casos, para el cual hay vacunas.

Y menos cuando los jerarcas chinos viajan a reuniones y asisten a cenas de gala por el mundo, sin distanciamiento social ni cubrebocas. En su país, en cambio, la población está sometida a un control militar sobre sus vidas.

Las vacunas chinas resultaron poco eficaces. El 60 por ciento de los mayores de 80 años (es decir, un titipuchal de millones) no ha recibido la dosis de refuerzo. La gente sufre la arrogancia de los jerarcas comunistas que se negaron a comprar las excelentes vacunas aprobadas por la FDA de Estados Unidos.

Más que para controlar el Covid, sus políticas parecen enfocadas en el control de la población, en tiempos de desempleo y el menor crecimiento económico en 40 años.

Volvamos a la censura. ¿Cómo es que filtran imágenes de protestas callejeras, a pesar de tener la barrera del aparato de control de información más sofisticado del mundo?

Una posibilidad, señalan expertos en el tema, es que el enorme volumen de videos haya saturado los softwares automatizados para bloquear, y rebasado al ejército de censores del aparato comunista.

De acuerdo con un exdirectivo del control cibernético, citado por el NYT, “para bregar con éxito con los videos que llegan de toda China, las plataformas Wechat y Douyin tendrían que contratar 10 veces más personal”.

Imposible, sobre todo en este momento en que el desempleo juvenil urbano en China alcanza un histórico 19 por ciento, y las principales expulsoras de empleados bien remunerados son las grandes tecnológicas.

Además, la imaginación se agudiza para burlar los algoritmos de la censura.

Lo explica el exdirectivo del cibercontrol chino:

“Los censores usan inteligencia artificial para filtrar videos. El sistema funciona bien para identificar videos u objetos específicos, como velas o tanques, que indican protesta. Pero a menudo falla cuando se trata de encontrar categorías de video más generales”.

Por ejemplo, dice, están los trucos, como editar varios videos juntos, lo que desconcierta aún más al software.

Hacer un nuevo algoritmo que se adapte a cualquier situación dada –dice el informante del diario neoyorquino–, como imágenes de multitudes de personas sosteniendo papeles en blanco, llevaría mucho tiempo y sería costoso.

Sí, los chinos ya cruzaron el Rubicón.

Por cierto, ¿nuestro gobierno no va a protestar contra la flagrante censura a la libertad de expresión en China?

¿O la solidaridad es sólo con Donald Trump, para que desinforme a placer en Twitter sobre las elecciones y el Covid?

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