Edna Jaime

Un sextante para navegar la transición energética

Será necesario observar de manera minuciosa y constante los procesos de política pública, la actuación de las empresas estatales y privadas que participan en el sector energético.

Es cada vez más frecuente que en conversaciones o foros en los que se quiere entender el rumbo de la civilización se termine hablando del cambio climático y de la transición energética que se necesita para contenerlo. Son vectores que atraviesan todos los temas. Hasta los más insospechados. Y es que el cambio climático intensificará todos nuestros conflictos y afectará el diseño de la mayor parte de las políticas públicas.

Como digo, la prescripción para contener el fenómeno es una transición energética justa y efectiva. No es retórica: existen compromisos internacionales que nos apremian, como país, a tener un plan para transitar por ese camino. Nos hemos quedado al margen en estas conversaciones y en los acuerdos a los que se llegan pero no podemos, por nuestra propia conveniencia, quedarnos allí para siempre. El presidente de México, el rebelde opositor a las energías verdes, no lo será por siempre, y nuestra inserción en Norteamérica y en el mundo nos empujará tarde que temprano a cumplir compromisos, seguir estándares y acelerar en la transición, sobre todo en lo que toca a la generación de energía.

Sabiendo que es inevitable, mis colegas Ana Moreno, Viviana Patiño y Pablo García han diseñado una herramienta de observación y análisis de la transición energética y sus vicisitudes, y que tiene como uno de sus productos regulares una carta bimestral: El Sextante.

El sextante es el instrumento que los navegantes han utilizado para observar la posición de los astros y medir distancias por medio de ángulos, cuando están mar adentro. Así nosotros con la transición energética: necesitamos instrumentos de navegación porque la ruta puede ser confusa y accidentada.

Para navegarla será necesario observar de manera minuciosa y constante los procesos de política pública, la actuación de las empresas estatales y privadas que participan en el sector energético, de los órganos que se encargan de regularlo y la propia respuesta del Estado al desafío.

El formato de la carta es directo, fácil de navegar, con un montón de información, incluyendo un “Tablero de control”, que le pone números y da seguimiento al avance –o no– de nuestra transición energética. Son indicadores específicos para tres temas principales:

Transición energética nacional, con indicadores como: emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI); porcentaje de generación de energía con fuentes limpias; cobertura eléctrica (personas sin acceso a electricidad) o electromovilidad (porcentaje de ventas de vehículos cero emisiones sobre el total).

Actividad regulatoria, para documentar el muy importante trabajo de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) y la Comisión Reguladora de Energía (CRE). Tres indicadores: porcentaje de asuntos resueltos por Cofece sobre el sector eléctrico; asuntos resueltos para el sector electricidad por el Pleno de la Cofece, y resolución de CRE sobre permisos de electricidad. He aquí un planteamiento osado, si me permiten, en El Sextante: en la transición la competencia económica tiene un papel preponderante.

Responsabilidad social de Pemex y la CFE, en términos del compromiso de estas Empresas Productivas del Estado con el ambiente, la sociedad y la generación de valor. Tal cual: lo que están haciendo o dejando de hacer las empresas que, por modelo de país, están en la trinchera principal de la transición.

Pues bien, ese tablero, en la primera entrega de El Sextante, indica que el proceso de transición energética será largo y complejo.

Por ejemplo, para la transición energética nacional, en 2022: el porcentaje de generación de energía limpia fue 26.8 por ciento, mientras que la meta que marca la Ley de la Industria Eléctrica para 2024 es 35 por ciento. Otro: el porcentaje de vehículos cero emisiones sobre el total de ventas fue 0.92 por ciento, mientras que la meta para 2040, establecida en el marco de la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, es 100 por ciento.

Y para la responsabilidad social corporativa, tema sobre el que México Evalúa ha hecho sonar las alarmas, especialmente para Pemex, se hace una estimación de riesgos con base en estándares internacionales: 50 puntos o más indica que la empresa enfrenta obstáculos severos en el manejo de riesgos medioambientales, sociales y de gobernanza. El grado de riesgo de Pemex es 64.7 y el de CFE 58.7, en ambos casos “riesgo severo”.

Además del tablero, cada entrega de la carta incluirá ensayos sobre aspectos específicos de la transición energética, para profundizar y avivar la conversación sobre si las políticas públicas la impulsan o inhiben.

Finalmente, El Sextante incluye una sección que pone en la mira las coyunturas, las noticias y los ‘nudos políticos’ de la transición energética, incluyendo aquello que nos “entusiasma”, como que el Consejo de Administración de Pemex haya constituido un nuevo Comité de Sustentabilidad; lo que “vigilaremos”, como la próxima inauguración del parque fotovoltaico Puerto Peñasco; y los temas preocupantes, como el hecho de que Pemex queme ilegalmente hidrocarburos equivalentes a casi 350 millones de dólares en los campos de Ixachi y Quesqui.

Ojalá que este monitoreo y su carta periódica nos obliguen a hablar del tema; que los indicadores que proponemos se conviertan en tema de conversación cotidiana, de sobremesa y en los salones del poder. Porque es uno de esos temas que sentimos que no nos van a tocar y, sin embargo, ya cimbra nuestro mundo.

Los invito a navegar, con un sextante, en el mar de complejidades que tenemos enfrente.

La autora es directora de México Evalúa.

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