Colaborador Invitado

El giro renovable de Texas: Lecciones para México

Cómo el modelo regulatorio, geográfico y de infraestructura de Texas ofrece lecciones clave y oportunidades para que los estados del norte de México fortalezcan su matriz energética.

Hablar de Texas como motor de desarrollo de la energía renovable desmiente diversos estereotipos que existen sobre uno de los estados más conservadores de Estados Unidos. Cuando se piensa en Texas, lo que suele venir a la mente son los grandes campos petroleros de la cuenca pérmica, los extensos ranchos de ganado y una cantidad infinita de coches y camionetas pick-up que llenan las amplias autopistas de Houston y Dallas. En el imaginario colectivo, “everything is bigger in Texas”. Sin embargo, al mirar más allá de estos clichés, aparece un Texas muy distinto, especialmente en lo referente a energías renovables.

De acuerdo con la Agencia de Información de Energía (EIA), el 10% de la energía total producida en Estados Unidos proviene de turbinas de viento, y el 59% se concentra en cinco estados —y California no se encuentra entre ellos—. Texas lidera la producción con un estimado del 26% de toda la energía eólica nacional. La relevancia de las energías renovables en el estado es tal que, actualmente, su matriz eléctrica (basada en capacidad instalada) se divide en: 1) gas natural con 81,911 megavatios, 2) eólica con 42,282 megavatios, 3) solar con 22,465 megavatios y 4) otras fuentes con 32,920 megavatios. Para dimensionar estas cifras, Ciudad de México consume aproximadamente 42,000 megavatios diarios. En energía solar, Texas es el segundo estado con mayor producción, apenas por detrás de California, que tiene una capacidad instalada de 22,565 megavatios (solo 100 megavatios de diferencia).

A partir de estas cifras, resulta pertinente analizar qué factores llevaron a Texas a consolidarse como líder en energías renovables y cuáles podrían replicarse en los estados del norte de México, ya que comparten características geográficas y climáticas similares.

Comencemos por las características geográficas. Según la EIA, las condiciones ideales para la generación de energía eólica requieren velocidades promedio de viento de 4 metros por segundo para las turbinas pequeñas y 5.8 metros por segundo para las grandes. Las zonas propicias para instalarlas incluyen colinas pequeñas, valles entre montañas, grandes cuerpos de agua y, por supuesto, extensas praderas como las que abundan tanto en Texas como en los estados del norte de México. En regiones como Tamaulipas —donde opera el parque eólico más grande del país, administrado por la empresa china SPIC-Zuma Energia—, Nuevo León, Coahuila y Baja California, se concentra hoy la mayor capacidad eólica instalada, con aproximadamente 3,100 megavatios. La otra mitad se encuentra en el estado de Oaxaca, particularmente en el istmo de Tehuantepec.

Si se repite este ejercicio con la energía solar, Nuevo León y Chihuahua lideran con una capacidad aproximada de 500 megavatios. Sin embargo, en comparación con las capacidades instaladas de Texas, la proporción de energías renovables en México sigue siendo reducida: apenas representan el 12% de la matriz energética nacional, frente a un 36% que alcanzan en Texas.

Entonces, más allá de la geografía, ¿qué permitió a Texas convertirse en líder de las energías renovables? No se debe a los subsidios estatales ni federales, sino a su enfoque regulatorio hacia un mercado eléctrico abierto en el que los inversionistas eligen el tipo de generación en el que desean invertir. A ello se suma la poca barrera regulatoria para conseguir permisos: mientras que en California o México las licencias socioambientales pueden tardar una gran cantidad de tiempo, en Texas basta un acuerdo entre el dueño de la tierra y el inversionista. Los intentos recientes por frenar este tipo de proyectos no han obtenido el quórum legislativo necesario. En contraste, se han aprobado otras medidas para facilitar la instalación ciudadana de tecnologías renovables, como baterías de almacenamiento solar o sistemas geotérmicos de uso doméstico.

Dado el carácter centralizado del mercado eléctrico en México, un cambio legislativo similar resulta complejo. Sin embargo, una alternativa sería que los estados del norte formaran una alianza para fomentar el desarrollo de zonas energéticas francas en áreas con alto potencial y bajo impacto ambiental, acompañadas de incentivos fiscales al desarrollo de este tipo de proyectos. Este esquema permitiría acelerar la construcción de infraestructura orientada a las energías renovables sin esperar reformas nacionales de gran escala.

La coyuntura es especialmente favorable. La creciente demanda energética de los data centers a nivel global ofrece a los estados del norte una oportunidad única para posicionarse como actores relevantes en uno de los sectores de mayor crecimiento en años venideros.

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