En México, donde la escasez hídrica ya no es una amenaza lejana, sino una realidad palpable en diversas regiones, la gestión del agua en el sector empresarial ha dejado de ser una simple casilla de cumplimiento o una métrica de costos. De hecho, según el World Resources Institute (WRI), México se encuentra en el lugar 26 a nivel mundial con mayor estrés hídrico, y en el top 10 de América Latina. En este contexto, la gestión del agua se erige como un motor estratégico que impulsa la sostenibilidad y la resiliencia operativa.
La transformación necesaria radica en forjar una conciencia ambiental profunda, tanto a nivel colectivo como personal, a lo largo de cada eslabón de la cadena de valor.
Un ejemplo práctico de esta gestión se observa en la reciente experiencia de Grupo Herdez con la emisión de un bono vinculado a la sostenibilidad en 2022. Este instrumento financiero permitió establecer objetivos claros y medibles en torno a la eficiencia en el uso de recursos naturales, como el agua. Al cierre de 2024, se logró una reducción en el consumo de agua por tonelada producida, alcanzando un consumo de 2.06 m³ por tonelada, lo que representó una disminución adicional del 1.9% en la intensidad de consumo hídrico. Estos avances forman parte de un plan más amplio encaminado hacia metas específicas a cumplir para 2030.
El proceso que condujo a estos resultados destacó la importancia de la conciencia colectiva de todos los equipos al abordar desafíos ambientales. Lo que comenzó como un objetivo corporativo se tradujo en un compromiso compartido entre los colaboradores, quienes integraron la gestión del agua como parte de su día a día.
Tradicionalmente, los esfuerzos de sostenibilidad en las empresas enfrentaban desafíos al alinearse con prioridades operativas. En muchos casos, se percibía como un esfuerzo secundario frente a cuestiones como productividad o costos. Sin embargo, al integrar un enfoque colaborativo entre las áreas de sostenibilidad y operaciones, apoyado por consultoría externa, fue posible identificar acciones concretas para optimizar el uso del agua sin incurrir en inversiones significativas. Estas recomendaciones se implementaron rápidamente, generando importantes impactos a corto plazo.
El cambio de mentalidad no solo resultó de análisis técnicos o decisiones estratégicas. Muchas de las personas involucradas relacionaron su realidad cotidiana, marcada por la escasez de agua en sus comunidades, con las iniciativas realizadas dentro de las plantas. Este enfoque personal-familiar reforzó la motivación para actuar y contribuyó al surgimiento de ideas innovadoras desde todos los niveles de la organización.
Entre los aprendizajes clave de este proceso para que las metas ESG, en particular la gestión hídrica, trasciendan el papel y se conviertan en un motor de cambio sostenible, destacan:
Cultivar una conciencia genuina: es crucial que los colaboradores comprendan la importancia de estas iniciativas más allá de los objetivos empresariales, entendiendo que el agua es un recurso vital en riesgo.
Fomentar la colaboración interdepartamental: la integración entre áreas como sostenibilidad, operaciones y cadena de suministro facilita la alineación de esfuerzos y maximiza los resultados.
Proveer herramientas y conocimiento técnico: el análisis profesional permite identificar oportunidades realistas, empoderando a los equipos para implementar soluciones efectivas.
Vincular lo corporativo con lo personal: al conectar las metas empresariales con las experiencias diarias de los trabajadores, se fortalece el compromiso a largo plazo.
En un contexto donde la disponibilidad de agua enfrenta presiones cada vez mayores, este tipo de estrategias no solo permite a las empresas avanzar en el cumplimiento de sus compromisos ESG, sino que también fortalece su resiliencia operativa y su conexión con las comunidades donde operan, lo que a su vez se traduce en una mejora tangible de su reputación y una ventaja competitiva sostenible en el mercado.
El desafío es significativo, pero los resultados demuestran que es posible lograr avances importantes mediante una gestión ambiental bien estructurada y colaborativa.