Las últimas declaraciones del presidente Trump en contra del gobierno de México son demoledoras. No cuidó las formas, no guardó la más mínima consideración como vecinos y socios comerciales.
En algunos artículos en El Financiero, en forma reiterada, alertamos que la postura política del presidente Trump sería drástica y contundente: poner a México en el banquillo de los acusados al culparlo de la migración ilegal y del tráfico de fentanilo. También señalamos que eran graves los calificativos de narcogobierno y cómplice de los delincuentes. Poco a poco fue estirando la liga y arrinconando a la presidenta. Los aranceles han sido su arma de presión justiciera.
La presidenta Sheinbaum guardó una postura de prudente silencio y puso en marcha acciones de gobierno en contra de la delincuencia. Destruyó laboratorios de fentanilo y extraditó a más de 29 delincuentes. En la realidad, desechó la política del pasado gobierno «abrazos y no balazos».
Todo este trabajo no ha sido suficiente para convencer a nuestro vecino. Al contrario, en propia voz Trump lo descalifica con agravios y denuncias al gobierno actual.
Llegó la hora de exigir pruebas o proponer un nuevo método de trabajo conjunto para afrontar los problemas que nos aquejan. Tomar al toro por los cuernos, hacer los cambios que las circunstancias obligan y procesar a los delincuentes. El diagnóstico de la enfermedad es grave, se requiere de cirugía mayor y no calmantes ni aspirinas consoladoras.
El momento es delicado. Trump no le tiene confianza al gobierno de la 4T. Sus últimas declaraciones en contra del gobierno son contundentes. Al emitir la ley HALT Fentanyl arrasó con el prestigio de nuestro país, afirmando que estamos en manos de los cárteles, que el gobierno es su cómplice y está petrificado por los atropellos y asesinatos de la delincuencia. Además, desconoció el esfuerzo realizado por la actual administración para combatir este flagelo. Anuncia que no se va permitir esta situación. Sobre advertencia no hay engaño. Más claro, ni el agua.
El problema es político y no asunto de aranceles. Las negociaciones con Trump no han funcionado, habría que dar un giro de 180 grados para construir una relación bilateral en la que asumamos nuestra responsabilidad de limpiar la casa, combatir en serio la corrupción y establecer una efectiva estrategia de seguridad que privilegie las acciones y resultados.
Nuestra debilidad política frente al exterior es la corrupción y la inseguridad. Este cáncer político está horadando el prestigio de la presidenta y pone en riesgo el gobierno de Morena. El presidente de Estados Unidos denuncia corrupción y narcopolíticos; para él, el gobierno no tiene respuesta y mete la cabeza en la arena como avestruz para no ver ni oír. Sonámbulos en la oscuridad.
Se agotan los tiempos. Estamos perdiendo mucha energía en defender al pasado y en pleitos callejeros. El sostenido con el abogado de Ovidio, un claro error político. La presidenta debe dar un golpe de timón, hacer los cambios necesarios en su gabinete y asumir a plenitud su responsabilidad.