Sin dejar a nadie atrás

¡Un aaauto!

Muchos gobiernos y empresas gastan desproporcionadamente, apostándolo todo por la automatización y la IA, desatendiendo sectores tan importantes como la tecnología doméstica más simple, que no por ello menos asombrosa ni revolucionaria.

Aún recuerdo que, cuando era niño y acompañaba a mi madre al súper, encontraba lavadoras a las que les habían pegado un moño azul grandote. Estaban listas para regalo, uno que emocionaría mucho al afortunado que lo recibiera. Los refrigeradores, los hornos de microondas y las licuadoras de último modelo, todos muy bonitos y brillantes, estaban en la lista de deseos de muchas familias porque al obtenerlos mejoraban como por magia la vida. Hoy he perdido el asombro: después de todo, ¿qué es una batidora respecto a un perro robot? El moño es para los autos o las consolas de videojuegos; regalar un electrodoméstico en una ocasión especial puede ser hasta de mal gusto. Solo podemos recordar (apenas concebir) que el consumo minorista tuvo su época de oro cuando vemos programas retro, cuando poder lavar la ropa con apretar un botón era tan mágico como ver el resultado de escribir un prompt en ChatGPT.

“No ha habido apenas innovación en electrodomésticos en décadas”, afirmó hace unos días Sean Chen, CEO de Dreame para Europa Occidental, durante una entrevista en el marco de la IFA, una de las ferias industriales más antiguas del mundo. Esto representa una gran oportunidad para países como el nuestro, porque nuestra creatividad puede ponerse al servicio de problemas cotidianos que aún no terminamos de resolver: no tenemos que perder el sueño por no tener cohetes que nos lleven a Marte, pero sí debe ocuparnos la relación entre el detergente y el sargazo en nuestras playas. Los electrodomésticos y sus insumos son tecnologías que repercuten directamente en el bienestar de las familias y los ecosistemas. Gracias a los hornos de microondas o los lavaplatos, costos que anteriormente eran absorbidos por los hogares fueron trasladados al mercado, al contrario de, por ejemplo, los quioscos de autocobro. Son, además, una inversión inteligente, ya que a ningún portafolio le conviene mantener un desbalance tan acentuado, como pasa ahora con la robótica y la inteligencia artificial. Muchos gobiernos y empresas gastan desproporcionadamente, apostándolo todo por la automatización y la IA, desatendiendo sectores tan importantes como la tecnología doméstica más simple, que no por ello menos asombrosa ni revolucionaria.

Tomemos como ejemplo a GECO Lavado, empresa mexicana fundada por Luciana Gamboa que ha desarrollado un sistema de limpieza textil tan innovadoramente científico como terrenal. Mediante el perfeccionamiento y adaptación de técnicas que ya usaba en su propia casa, Gamboa ha creado un sustituto para el detergente que aprovecha el magnetismo y la nanotecnología para lavar la ropa sin necesidad de usar químicos tóxicos. GECO logra ahorrar en jabón, empaques y agua (hasta 35% de las aguas grises de los hoteles y hogares provienen de lavar la ropa), lo que reduce enormemente el impacto ambiental y económico de una práctica sin la que no podríamos vivir. Las implicaciones van más allá, porque muestra cómo, mediante la modificación del consumo, los mismos hábitos producen resultados radicalmente distintos, una lección de humanismo empresarial. Empresas como esta descubren el tremendo potencial que existe para aplicar la creatividad en beneficio de todos. Es cuestión de mirar alrededor, ser conscientes de nuestro entorno y pensar en cómo hacer lo mejor con lo que tenemos, y así, construirnos un mejor hogar.

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