Es el momento de México. Vecino de la mayor economía y equipado con una gran fuerza laboral de bajo costo, el país está en una posición única para beneficiarse del “friend-shoring” en un mundo donde la rivalidad entre Estados Unidos y China está remodelando las decisiones de inversión y las cadenas de suministro.
Pero espera, hemos estado aquí antes. Se suponía que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) también sería la gran oportunidad para México. Y cuando los productores de petróleo de Medio Oriente redujeron los suministros a Estados Unidos en los años 1970, el vecino México disfrutó de un auge impulsado por la energía, antes de hundirse en la crisis de deuda de los años 1980.
Sin duda, las cifras recientes cuentan una buena historia. Miles de millones de dólares están llegando a México, que este año reemplazó a China como el mayor socio comercial de Estados Unidos. Los envíos de automóviles a través de su frontera norte crecieron casi un 38% en julio y la producción industrial está superando cómodamente las expectativas.
Entonces, ¿el revuelo es real esta vez? La respuesta probablemente dependerá de los resultados de las elecciones presidenciales y legislativas del próximo año. Hasta entonces, es razonable mantener cierto escepticismo.
El fracaso de México para aprovechar al máximo sus oportunidades se ilustra mejor en el siguiente gráfico. Su pacto comercial con Estados Unidos y Canadá se firmó casi al mismo tiempo que el acuerdo comercial de Turquía con la Unión Europea. Pero en las décadas siguientes, Turquía logró muchos más avances que México, que se vio particularmente afectado por el ingreso de China en 2001 a la Organización Mundial del Comercio.
Aún así, no se puede negar que la vibra ha cambiado en México en los últimos años. Queda claro en las calles repletas de turistas de la Ciudad de México, los estadounidenses comprando segundas residencias en Baja California, Oaxaca o la Península de Yucatán, y la llegada de marcas globales como Soho House.
Bloomberg Economics recientemente elevó la tasa de crecimiento económico potencial de México al 3% para la próxima década. Eso está muy por encima de la expansión anual promedio del 1,8% que la segunda economía más grande de América Latina registró en las últimas dos décadas.
Sin embargo, el crecimiento de México sigue muy por detrás de las proyecciones recientes para China (4,1%), un país cuya desaceleración económica ha generado preocupación mundial. De hecho, el PIB per cápita de China está ahora notablemente por encima del de México, mientras que hace 40 años era poco más de una décima parte del mismo.
El presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, obtuvo una amplia popularidad al centrarse en los esfuerzos para reducir la pobreza.
Pero aún queda una enorme cantidad de trabajo por hacer sobre los complicados obstáculos de largo plazo para que México libere su potencial subyacente.
Se considera que México se desarrollaría más rápido si tuviera políticas públicas más sólidas, incluyendo invertir más en educación y seguridad local, establecer un sistema legal verdaderamente independiente y predecible, menos corrupción y estructuras laborales y tributarias más integrales.
Felipe Hernández de Bloomberg Economics lo resume: “Mejores políticas gubernamentales fomentarían un crecimiento más fuerte”.
La atención ahora se centra en el próximo sexenio: el mandato único de seis años al que están limitados los presidentes mexicanos. La nación está en camino de tener su primera mujer presidenta después de las elecciones generales del 2 de junio. Claudia Sheinbaum, ex alcaldesa de la Ciudad de México y protegida de López Obrador, buscará retener el poder para el partido gobernante Morena.
Su rival será Xóchitl Gálvez, senadora del partido PAN, proempresarial, que obtuvo el respaldo de una coalición de partidos de oposición.
Gálvez dijo a Bloomberg News en una entrevista reciente que la promesa de apuntalar a amigos es “una oportunidad que no volveremos a tener en muchas décadas”.
Sheinbaum también mostró entusiasmo, al tiempo que enfatizó la importancia de traducirlo en mejores salarios y bienestar para los trabajadores. Al igual que López Obrador, es probable que dé prioridad al desarrollo del empobrecido sur de México, que está en gran medida fuera de la historia de la búsqueda de amigos y que hace tiempo que se queda atrás.
La carrera presidencial promete ser polémica dadas sus propuestas políticas contrastantes. Ya han aumentado las tensiones sobre el papel del sector privado en la industria energética de México.
La elección de un nuevo congreso en pleno también tendrá gran importancia, especialmente si no surge una mayoría clara. Los inversores acostumbrados al bajo riesgo político en México durante el gobierno de López Obrador podrían necesitar reevaluar la posibilidad de un estancamiento.
Hasta que el panorama político de México se aclare, su capacidad para aprovechar la oportunidad que se le presenta seguirá siendo una cuestión abierta. Quizás el momento de México tenga que esperar.