En la Catedral de Ecatepec, un árbol de Navidad se ha convertido en un espacio para nombrar ausencias. Ahí familiares de personas desaparecidas cuelgan esferas con el rostro de sus seres queridos. Una de ellas, Verónica Rosas, quien relata que no pone un árbol de Navidad desde que perdió el rastro de su hijo Diego en 2015.
“Me ha costado mucho y en 10 años no he puesto un árbol en mi casa”, contó Verónica Rosas en entrevista con la agencia de noticias Associated Press. La mamá de Diego recordó que antes de la desaparición del joven de 16 años, ambos disfrutaban de las fiestas decembrinas.
El pasado 30 de noviembre, en el primer domingo de adviento, la diócesis de Ecatepec convocó a padres, hijos y hermanos de personas desaparecidas a la creación de estos adornos navideños; en un municipio donde “el pan de cada día” es la violencia.
Varios llegaron con fotos, cartón y CDs viejos para convertirlos en esferas que fueron bendecidas durante una misa, y después colocadas en el llamado ‘Árbol de la Esperanza’, el cual permanecerá ahí hasta el 2 de febrero.
“Queremos visibilizar la crisis en la que estamos”, comentó Rosas, quien fundó una organización que ofrece apoyo a familiares de personas desaparecidas. “Con nuestras esferas no podemos abarcar las más de 100 mil personas desaparecidas, pero es algo simbólico”.

‘No hay misas para desaparecidos’: La Iglesia se disculpa con familias
La Iglesia fue el primer refugio de muchas familias de desaparecidos que buscaron consuelo en sus parroquias, aunque no siempre lo encontraron. Varias se enfrentaron a puertas cerradas y negativas de sus sacerdotes locales.
“Recuerdo cuando hace cinco años llegué a una iglesia católica solicitando una misa para mi hija y me decían: ‘No hay misas para desaparecidos’”, relató Jaqueline Palmeros, quien tiempo después encontró los restos de su hija en la Ciudad de México.
Sin embargo, hoy cree que las cosas empiezan a cambiar y considera que la Iglesia, que durante mucho tiempo le cerró las puertas, puede ser “una vía alterna para llegar a la verdad, a la justicia, a la memoria y reparación”.
Durante un encuentro reciente con familiares, monseñor Javier Acero, de la Arquidiócesis de Ciudad de México, ofreció una disculpa pública a los fieles:
“Como Iglesia reconocemos que en ocasiones no hemos actuado adecuadamente por miedo y desconocimiento”, admitió. “Si no las hemos recibido adecuadamente, si no hemos orado como nos pedían, perdónennos”.

México, un país marcado por las desapariciones
Desde 1952, se han registrado en México 133 mil personas desaparecidas, de acuerdo con cifras oficiales. Se cree que delitos como el secuestro, la trata, los actos de represalias y el reclutamiento forzado están entre las principales causas.
En toda América Latina, la búsqueda de miles de personas ha caído en manos de sus propias familias ante la falta de respuestas del Estado.
Marisol Rizo lo sabe bien. Busca a su madre desde 2012. “Ha sido un viacrucis”, dijo. “Ya son 13 años y no logramos que las autoridades hagan su trabajo”.
Mientras sus hijos crecían, ella se volcó en la búsqueda. “Mi mamá siempre me decía ‘cuídamelos mucho’”, recordó. “Pero por estarla buscando me olvidé que tenía hijos y eso obviamente repercute”.
En un país donde asesinan a más de 10 mujeres y niñas al día, Rizo sospecha que su padre estuvo involucrado en la desaparición de su madre, aunque él niega las acusaciones.

Rizo admite que las fechas navideñas suelen ser difíciles para ella. Recordó que en una ocasión pasó una Nochebuena pegando carteles de búsqueda en las calles. “El 24 de diciembre yo lloraba un montón”, dijo. “Veía un montón de gente que salía contenta del centro comercial y yo pegando mis boletines, arrastrando mi pena”.
Su hija de 17 años la acompañó este año a hacer esferas, pero volver a ver la foto de su madre fue devastador. “Estas esferas para mí representan mucha tristeza”, confesó. “Éste no es el lugar donde yo hubiera querido ver una foto de mi mamá”.
La Iglesia como acompañamiento espiritual, pero también activo
La puesta del ‘Árbol de la Esperanza’ congregó a integrantes del “eje de iglesias”, un grupo ecuménico que reúne a pastores, monjas y un sacerdote anglicano, quienes desde hace años caminan junto a las familias.
Celebran misas antes de marchas, pegan carteles e, incluso, bajan a fosas para buscar restos humanos.
Uno de ellos, el padre Luis Alberto Sánchez, cuyo hermano fue secuestrado y asesinado. participó en la creación de este proyecto: “No podemos quedarnos callados”, expresó durante la misa. “La voz de los desaparecidos, de los que ya han fallecido, resuena y es la voz que dice ‘ya basta’”.

Con información de Associated Press.







